La codependencia ha sido un tema de interés en la psicología y la psiquiatría durante décadas. Aunque en un momento se consideró como un posible trastorno mental en el DSM-3, en la actualidad se ha distanciado de esa categorización. En este artículo, exploraremos la evolución conceptual de la codependencia, analizaremos su relación con el DSM-3 y el DSM-5, y discutiremos por qué no se considera actualmente un trastorno mental.
La codependencia, como concepto, tiene sus raíces en el campo de la adicción y la recuperación. Surgió en la década de 1970 y se popularizó a través de literatura y grupos de apoyo como Alcohólicos Anónimos y Al-Anon. En sus inicios, se utilizaba para describir a personas que tenían relaciones cercanas con individuos adictos a sustancias, y que, de alguna manera, se veían afectadas por las conductas adictivas de estos individuos.
Con el tiempo, el concepto de codependencia se amplió para abarcar una variedad de relaciones disfuncionales y patrones de comportamiento en las que una persona se subordinaba en exceso a las necesidades y deseos de otra. Estos patrones incluían la negación de los propios sentimientos y necesidades, la sobreprotección y la enmienda constante de la conducta del otro, así como una autoestima a menudo ligada a la satisfacción de las necesidades de la persona en relación con la que se tenía una codependencia.
En 1980, se publicó la tercera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-3). Esta edición incluyó por primera vez la codependencia como un diagnóstico potencial bajo el nombre “Trastorno de Personalidad Dependiente de la Personalidad Compulsiva” en el apéndice III. Sin embargo, es importante destacar que esta inclusión en el apéndice indicaba que no se consideraba un diagnóstico oficial, sino más bien una categoría de diagnóstico que requería más investigación.
Los criterios propuestos para el Trastorno de Personalidad Dependiente de la Personalidad Compulsiva en el DSM-3 incluían la sumisión excesiva a una figura de autoridad, la falta de autoconfianza, la necesidad constante de ser cuidado y la falta de habilidades para enfrentar la vida de manera independiente. Estos criterios reflejaban algunas de las características observadas en personas con relaciones codependientes.
Sin embargo, la inclusión de la codependencia en el DSM-3 fue objeto de controversia desde el principio. Críticos argumentaron que no cumplía con los estándares de rigor científico necesarios para ser considerado un trastorno mental legítimo. Además, se señaló que el término era vago y que podía aplicarse a una amplia gama de comportamientos y relaciones, lo que lo hacía poco útil para la práctica clínica.
A medida que avanzaba la investigación y la comprensión de las dinámicas de las relaciones interpersonales, el término “codependencia” comenzó a perder su prominencia en el campo de la psicología y la psiquiatría. En lugar de centrarse en la codependencia como un diagnóstico independiente, los profesionales de la salud mental comenzaron a utilizar conceptos más específicos y validados para describir los problemas en las relaciones.
Uno de estos conceptos es la “relación de dependencia emocional”, que se refiere a relaciones en las que una persona depende en exceso de otra para su bienestar emocional. Si bien la codependencia puede considerarse un subconjunto de este fenómeno, la relación de dependencia emocional es una descripción más precisa y menos estigmatizante de las dinámicas en juego.
En 2013, se publicó el DSM-5, la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. En esta edición, la codependencia fue excluida por completo como diagnóstico potencial. La exclusión de la codependencia del DSM-5 se basó en varias razones fundamentales:
Falta de Evidencia Empírica Suficiente: La codependencia carecía de una base sólida de evidencia empírica que respaldara su inclusión como un trastorno mental independiente. A pesar de décadas de discusión y debate, no se habían realizado investigaciones suficientes para validar sus criterios diagnósticos.
Falta de Especificidad: Como se mencionó anteriormente, el término “codependencia” era vago y se aplicaba a una amplia variedad de situaciones y comportamientos. Esto lo hacía poco útil para el propósito de diagnóstico y tratamiento en la práctica clínica.
Cambios en la Comprensión de las Relaciones: La psicología y la psiquiatría habían evolucionado en su comprensión de las relaciones interpersonales y los patrones de comportamiento asociados. Los profesionales se habían alejado de la idea de la codependencia como una entidad diagnóstica única y habían adoptado conceptos más precisos y específicos.
Aunque la codependencia ya no se considera un trastorno mental en el DSM-5 y en la mayoría de los sistemas de clasificación diagnóstica, el concepto sigue siendo relevante en el campo de la psicología y la terapia de relaciones. Se utiliza para describir patrones de comportamiento en las relaciones en las que una persona tiende a sacrificar sus propias necesidades y bienestar en beneficio de la otra.
Los terapeutas a menudo trabajan con individuos y parejas para identificar y abordar estos patrones de codependencia, utilizando enfoques terapéuticos que se centran en la autoestima, el establecimiento de límites saludables y la promoción de relaciones más equilibradas y satisfactorias.
En resumen, la codependencia ha experimentado una evolución conceptual significativa a lo largo de las décadas. Aunque en un momento se consideró como un posible trastorno mental en el DSM-3, fue excluida en el DSM-5 debido a la falta de evidencia empírica y la falta de especificidad en su definición.
En la actualidad, la codependencia se entiende mejor como un patrón de comportamiento en las relaciones interpersonales en lugar de un trastorno mental en sí mismo. Aunque ya no es una categoría diagnóstica oficial, sigue siendo un tema importante en la terapia de relaciones y la psicología, ya que puede tener un impacto significativo en la salud emocional y el bienestar de las personas.
La exclusión de la codependencia del DSM-5 refleja la evolución en la comprensión de la psicología y la psiquiatría en relación con las relaciones interpersonales y los trastornos mentales, destacando la importancia de la investigación basada en evidencia y la precisión diagnóstica en la práctica clínica actual.